Luis Alberto

Friday, January 15, 2010

ARRANCANDO 2010 EN IBICUY

Un año sin pescar… Parece mentira pero desde que pisé las cristalinas aguas sureñas ya pasó esa enorme cantidad de tiempo. Cuando la gente que te conoce casualmente se entera que te gusta pescar, y le mostrás tu entusiasmo por el tema, seguramente cree que forma parte de tu cotidianeidad de fin de semana. Error. Hablo más del tema de lo que lo practico. Creo que el hablar del asunto te ayuda a pensar en los buenos momentos vividos y te permite equilibrar la rutina con esos gratos recuerdos.

Esta vez el agua no fue cristalina, sino más bien fue la más familiar y amarronada agua de nuestro Paraná, en una de sus variantes. La zona: Ibicuy, en la provincia de Entre Ríos, tan cerca y tan lejos a la vez de nuestra megalópolis porteña. Fuimos el sábado 2 de Enero, fecha que se ha repetido (o tal vez el primero) en años anteriores, como darle un buen inicio a la cosa. De la partida, Mario C., Andrés M. y yo.

Llegamos tarde, a eso de las 12, habiendo pasado el pueblo, adentrándonos en el camino que lleva a Nazaruca, cerca de donde Mario se encontró un cuchillo campero, enfundado en su vaina de cuero crudo blanco en otro viaje que hicimos. Esta vez especulamos con encontrar alguna otra cosa, pero lo que hallamos en abundancia fueron mosquitos, además de agua, mucha. El cauce de los arroyos estaba desbordado y los campos tenían abundante cantidad. Al borde del camino, la zanja estaba desbordante de mojarras, muchas de buen tamaño, que se movían en cardumen delante de tres lindas tarariras que estaban a flor de agua, mostrándonos cuan llena tenían la panza, tanto, que se animaron a despreciar hermosas piezas de la más fina artesanía del engaño que dispusimos delante de sus ojos. Ni modo, como se dice en otros lares. Decidimos corrernos debajo de unos frondosos eucaliptos de la entrada a una estancia, y ahí debajo, comimos nuestros sobrantes de la fiesta del día anterior.

Después de una breve siesta, volvimos sobre nuestros pasos y nos metimos dentro de Ibicuy, llegando a la costa del Paraná Pavón, en un recodo del río donde accedimos por un terraplén. Tres chicos se nos cruzaron, que se volvían. A la pregunta tradicional de: - ¿Y, hay algo?, nos respondieron: - Sí. Doradillos, sacamos unos doce. Ahí fuimos, acicateados por el comentario y, apenas arribados a un pequeño promontorio conservado de la crecida que desdibujaba el cauce del río, vimos los doradillos de marras sobre el suelo: muertos, dejados a su suerte, sin ser usados como carnada ni como comida, víctimas de la ignorancia.

Después de los comentarios de rigor, probamos suerte con tres artilugios distintos: Andrés un señuelo tipo banana, corto, articulado, de paleta corta; Mario, con un Spinner buzzer y yo con una cuchara con un pequeño peso y una colita azul eléctrico. La tarde iba cayendo, y nuestra ansiedad aumentaba. Nada pasaba hasta que Andrés empezó a experimentar algunos piques cortos, y nos empezamos a entusiasmar. El que empezó a pescar fue Andrés. Yo quise correrme y, aunque iba a pasos muy cortos, pisé el borde del veril y desaparecí bajo el agua una fracción de segundo. Vino bien, hacía mucho calor… Ya sin todo el atuendo encima, secándose al sol, me coloqué al lado de Mario en la ‘islita’ y el pique empezó a divertirnos con los esperados doradillos. Eran muy combativos y muchas veces teníamos dos situaciones en que tomaban el engaño en un solo tiro: una casi al caer la línea y otra llegando a la costa, a unos escasos dos metros. Sacamos varios fuera del agua pero todos fueron devueltos. Situaciones divertidas, un montón. El entretenimiento duró casi hasta que no se veía nada, terminando el día bajo una nube de mosquitos de distinto tipo y calibre mientras nos cambiábamos al lado de la camioneta.

Volveremos Paraná, para buscar a esos ‘doradillos’ transformados en ‘dorados’.-

Thursday, June 05, 2008

LARGEMOUTH BASS EN ESTADOS UNIDOS


La que sigue es una nota presentada a la revista Puerto Pesca:


No era el motivo de mi viaje, pero existía una posibilidad de que sucediera. Un curso de trabajo en Estados Unidos me permitió quedarme unos días extra en Houston, donde mi amigo local Carl me brindó un cálido alojamiento y me organizó una visita al campo donde vive un amigo suyo de infancia, Brian.

Brian vive en las cercanías de la ciudad casi homónima, Bryan, que queda a unos 150 km. al nor-noroeste de Houston, sede de la A&M University, donde residen unos 190.000 habitantes. Es dueño de un campo donde pastan unas 300 vacas en un paisaje muy similar al de nuestra pampa húmeda, salvo por las ‘cigüeñas’ que extraen petróleo como fondo del ganado vacuno. A pocos metros de su casa, un lago (tiene dos) de dimensiones suficientes para la práctica de la pesca deportiva, nos llamaba para probarnos.

Luego de la recorrida de rigor por el campo, la charla familiar y de conocimiento mutuo, mi amigo insistió en que probemos suerte en el lago. Un bote pequeño de aluminio, unas cañas ya preparadas para el baitcast y nos adentramos en el agua a una hora difícil para el pique según el local: la 1:30 de la tarde. Después de ser instruido sobre la forma de lanzamiento y cómo recoger la línea (la punta de la caña en alto, toques cortos para animar a la imitación azul gelatinosa de lagartija que escondía el anzuelo) comencé a tirar sobre la vegetación que crecía sobre y bajo la superficie calma del lago: unas plantas similares al irupé y unas plantas acuáticas parecidas a las que encontramos en los acuarios. Cada traída era un manojo de verde arremolinado en la línea. Luego del tercer intento, siento venir un paquete importante de verde, pesado. Me ilusiono con un pique, pero me avisa Brian que el Largemouth bass, ese ícono de la pesca de agua dulce del sur de Estados Unidos al que estábamos tentando, es muy activo al picar. Ya casi desilusionado, me prometo tirar el próximo intento al agua clara. Pero a pocos metros del bote, siento un pique suave. No veo nada. Sigo recogiendo. Vuelvo a sentir el pique suave otra vez. Casi al lado del bote veo claramente a un precioso ejemplar camuflado bajo el enjambre verde.

Pude subirlo, sacarme la foto que acompaña la nota y devolverlo al agua sin problemas. Brian me dijo que fue una captura poco habitual, por la hora del día y la forma. No importa. Mi debut como pescador deportivo en Estados Unidos fue emotivo y, por supuesto, me dejó con ganas de más, que no pudo ser ese día porque nos tuvimos que volver al poco tiempo después.

También mi viaje me dejó fotos en la NASA y en otros lugares con recuerdos memorables, pero para los que gustamos de esa sensación gelatinosa que dejan nuestros amigos del agua en la palma de las manos, creo que esta foto es una de las mejores.-

Tuesday, April 15, 2008

JUNIN DE LOS ANDES, Y VAN...


Como todos los años, nuestro grupo de pesca comenzó a planificar la habitual salida a Neuquén. Esta vez diciembre –el mes habitual- no fue posible por las complicadas agendas de los integrantes y se decidió ir al cierre de temporada. Marzo aparecía como una buena opción y novedosa, ya que en general el conjunto no había hecho incursiones en esa época del año.

Después de un par de reuniones previas y de chequear alguna información que se había juntado, los planes que se habían tejido cayeron en el olvido. Salimos con un vago plan: pasar unos días en Junín de los Andes y alrededores y luego cerrar en Piedra del Aguila el último día, a la vuelta.

Solemos ir en carpa y cargar la camioneta disponible de manera abusiva. Esta vez la carpa quedó en casa y la opción de estar en una casa en Junín se afirmó y redujo el equipaje. Nos ayudó con los tiempos de viaje que fueron más cortos.

Mario, Gabriel, Fernando y yo fuimos de la partida esta vez. Llegados a la zona, tomamos contacto con Alejandro Olmedo, dueño del fly shop Patagonia Fly Fish, quien hizo los arreglos para que tengamos una excelente estadia. La primera salida, apenas llegados del largo viaje de 1.600 km., fue al río Malleo. Nos separamos en dos grupos: uno hacia abajo del río, dentro de la comunidad mapuche Painefilú, 10 km. desde el acceso y el otro al acceso de pesca conocido como Puesto Paja. En el camino a este último, pudimos observar las formaciones rocosas conocidas como ‘El jinete’ y ‘El escalador’, caprichosas formas de la naturaleza que nos sorprenden cuando Olmedo nos las señala.

El Malleo se mostró generoso en el vadeo, y las incursiones con línea de flote y ninfas nos brindaron las primeras alegrías: truchas arco iris de pequeño porte pero muy activas. El tiempo se mostraba bueno y el pronóstico para toda la semana era similar. Se nos habría un buen panorama.

Ya instalados, el segundo día visitamos por nuestra cuenta el Chimehuin, en la bajada cercana al pueblo conocida como ‘El manzano’ o ‘La angostura’. De manera similar al día anterior, hubo buena actividad en la mañana siguiendo los mismos parámetros de línea y moscas. Por la tarde, nos dimos una vuelta por la boca del Chimehuin y pudimos comprobar cómo avanza la construcción -en un loteo profusamente publicitado- en el lugar que para los que gustan de la pesca con mosca es conocido como una especie de santuario pagano, meca de peregrinación que ante su vista trae anécdotas de los pioneros de esta maravillosa práctica deportiva. Alejándonos del lugar, seguimos recorriendo la zona mientras tejíamos los más sombríos panoramas y yendo río abajo, no muy lejos de ahí, nos encontramos con una poderosa casa y una manga de aviación muy cercana. Al rato, rompiendo el doloroso silencio de un día soleado y sin viento, un helicóptero se hizo sentir fuertemente en el cielo: algo está cambiando, nos volvimos a decir. El Chimehuin nos regaló más alegrías, aunque de tamaños lejanos al de las proezas de otrora.

Nuestro tercer día era el más esperado: una flotada organizada con la presencia de Marcos Rabbia y su primo Gabriel. Salimos desde el Aluminé (aunque el cartel indica Collón-Curá) kilómetros antes de su encuentro con el Chimehuin. La bajada es ‘El recodo’, en la ruta 40.La configuración fue un Cataraft y un gomón; dos pescadores y un guía por embarcación. La indicación de Marcos fue clara: - Tiren con secas. Sorprendidos por la afirmación, dado que por la hora del día (media mañana), el tamaño del río, etc. nos parecía que nada iba a pasar, la respuesta fue contundente a poco de andar y acostumbrarnos a la pesca sobre el cataraft: pique voraz y captura. Yo saqué dos piezas y Mario al rato también tuvo acción. Bajando el río, la actividad bajó un poco y nos acercamos a un islote rocoso para descender. En el trayecto pudimos ver una gran cantidad de truchas de aproximadamente unos dos kilos que pasaban delante de la embarcación pero que no tomaban nuestros engaños. Desde el islote continuó la lucha sin éxito y pudimos avistar por primera vez un hermoso ejemplar de pejerrey patagónico.

El mediodía nos encontró recuperando fuerzas con una buena comida y una pequeña siesta, dispuestos a tener una mejor tarde. El río se mostró generoso, especialmente con la dupla Fernando-Gabriel que, pareciendo haber sido tocados por la varita mágica del hada Patricia, sacaron en forma continuada arco iris y alguna marrón –todas de buen porte- durante toda la tarde. La mosca estrella vespertina fue mencionada sencillamente como ‘la gomuda’, por ostentar sendas imitaciones de extremidades con delgados hilos de goma, que hicieron la delicia de los salmónidos. Luego de 30 km. de recorrido, en el acceso ‘La rinconada’, terminamos un día magnífico con una vista del río y su valle con ciervos pastando en estado salvaje.

Luego de un intervalo de un día, nos volvimos a juntar con Marcos Rabbia y Juan Nicolás Olmedo, hijo de Alejandro, para emprender una flotada en el lago Carilafquen, en la ruta que lleva al lago Curru-Hué. Carilafquen queda bastante más alejado que este último, no tanto en kilómetros pero sí en dificultad de acceso. Justamente dificultoso fue bajar las embarcaciones al lago porque la bajada era muy angosta, pero las pequeñas dificultades o el accidentado camino se olvidan al entrar dentro de este hermoso lugar rodeado de selva valdiviana, de verdes fuertes y de un silencio que aturde: éramos sólo nosotros y unos patos que al promediar la tarde rompieron la tranquilidad con su bullicio. La modalidad fue aquí con secas y con poca actividad al inicio, que fue cambiando a medida que transcurría la tarde. El mejor momento fue cuando bajamos a una playita y, como si estuviéramos en concurso en la Costanera de Buenos aires, nos pusimos uno a tres metros del otro, con línea de profundidad, y sacamos cada uno hermosas arco iris que brillaban bajo el día soleado.

La despedida fue en el río Caleufu, antes de su desembocadura, entrando por la estancia Alicurá. Este río, como todos en la zona, estaba con poco caudal, pocos árboles y no muchos accidentes que facilitaran la pesca, además de que comenzó a soplar bastante viento, luego de una semana de sol con sólo ligeras brisas, para que no nos olvidemos de qué se trata la cosa. Para quien escribe fue un mal día en el lugar, con una sola captura que voluntariosa se ofreció para despedirme, pero regular para la dupla mencionada más arriba, que entre ninfas y streamers les sacó provecho.

Voy a recordar, al igual que mis amigos de viaje, esta salida como una de las mejores que hemos disfrutado hasta ahora, gracias a una conjunción de buena pesca, hermoso clima y la agradable hospitalidad de los Olmedo y Rabbia en su conjunto.-

Monday, July 09, 2007




Nos tocó en Buenos Aires! Después de casi un siglo tuvimos el privilegio de ver nuestros lugares de todos los días con el mágico toque blanco. No hizo falta palear un metro de nieve, pero es muy lindo ver nevar mientras escribo estos párrafos. Vayan un par de fotos como testimonio.

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Sunday, May 27, 2007

EL GRADO DE SINERGIA

El texto que sigue me acompañó varios años en mi escritorio. Lo recorté del diario La Nación ya no recuerdo cuando, pero siempre está vigente (lamentablemente...):

"Una profesora de Columbia, Ruth Benedict (1887-1948) dejó, en un manuscrito inédito que exhumó Abraham Maslow, un notable desarrollo del concepto de sinergia aplicado a la sociedad y los individuos. Clasificó a las culturas en seguras e inseguras, designación que más tarde actualizó por las que detentan 'alto grado de sinergia' o 'bajo grado de sinergia'.

Para poner en claro los conceptos dentro de los límites de este texto, en las sociedades con alto grado de sinergia, la no agresión es el resultado del altruismo de sus agentes. De colocar las obligaciones sociales por encima de los deseos personales.

Hablaré -afirma Benedict- de culturas con bajo grado de sinergia cuando la estructura social apoya actos que se oponen y contrarrestan mutuamente, y de culturas con alto grado de sinergia cuando esa estructura apoya actos que se refuerzan mutuamente.

La sociedad con alto grado de sinergia es aquella donde la virtud rinde (N. de la R.: cómo me gusta esta frase!!!) Esta sentencia, digna de grabarse en más de un frontispicio, la propone Maslow como conclusión de los estudios de la profesora Benedict".

Sunday, April 08, 2007

OTRA VEZ EN NEUQUEN



Siempre me dije ante determinadas actitudes sociales o individuales que somos los reyes de la excusa. Los argentinos, digo. Alguien o algo siempre conspiró, actuó, se interpuso o hizo lo necesario para que mi tarea o misión no pueda cumplirse. Y como este esquema puede ser aplicado a distintas disciplinas, porqué no aplicarlo a la pesca…

A las pruebas me remito: en nuestra reciente semana de pesca en Neuquén a principios de marzo, el GPS de nuestro compañero de ruta Gabriel –recién estrenado para estas lides- nos marcaba en su sección ‘Caza y pesca’ un pronóstico para el día: POBRE. Ante tamaña e inequívoca definición de la tecnología satelital no pudimos más que rendirnos: la excusa era entonces casi imbatible. Científicos que pusieron en órbita un conjunto de satélites no podría equivocarse y un grupo de pescadores munidos de su instinto, su conocimiento de las tablas lunares (había luna llena, si quieren agregar a la lista) y su poca o mucha experiencia nada podía hacer al respecto.

Dicho esto, vamos a los hechos…

El viaje comenzó con muy poca organización previa, esa que nos gusta hacer para ir calentando motores, reuniéndonos con los planos y revistas con notas de la zona elegida. Esta vez no hubo nada de eso y, sobre la marcha, fuimos armando las opciones. Como de costumbre, fuimos en una camioneta 4x4 que nos permite aventurarnos por algunos lugares no tan accesibles, y el primer destino fue un lugar bien conocido: el lago Filo Hua Hum. Llegamos a la tarde y luego de armar las carpas fuimos rápido a caminar sus afluentes, el Quieto y el río del mismo nombre. La época del año casi no presentaba ocasionales compañeros de pesca, y recorrimos los ríos y la embocadura con total libertad, tanta que nos permitió caminar varios kilómetros con un resultado en común: nada para comentar, salvo el maravilloso paisaje del valle. El denominador común fue la ausencia de actividad, salvo algunos ejemplares de truchas arco iris de buen porte que se mostraron haciendo caso omiso a las tentadoras ofertas de variadas moscas que ofreció el grupo.

Al día siguiente, se intentó en la cabecera este del lago, recorriendo su hermosa playa y lanzando por sobre el veril, con inexistentes movimientos. Luego de haber dejado atrás un grupo de principiantes extranjeros que estaban tomado clase en la boca, anduvimos el río, donde se obtuvieron las primeras piezas de arco iris de tamaño pequeño (poca cantidad para justificar el plural) El ánimo empezaba a subir para los que pescaron – no era el caso del que suscribe- y se avizoraba un día más movido, que no fue tal finalmente, dado que a los primeros piques y capturas con devolución, siguió un día de intenso ir y venir sin más resultados. En una de las idas y vueltas, me encontré al salir detrás de un tronco cruzado sobre la arena, a metros de un felino (¿gato montés?) de hermoso porte que se acercaba a la playa. Ambos nos quedamos duros e instantáneamente el minino se dio media vuelta y volvió al monte.

A la noche, las cavilaciones sobre la continuidad en el lugar nos condujeron a una decisión consensuada: debíamos buscar nuevos rumbos. Al día siguiente, luego de haber pasado a saludar al amigo Gustavo Cattaneo por su hermosa Cabaña Pilmaiquén en el lago Meliquina, donde vende artesanías, y de hacer unas llamadas de rigor a los hogares desde San Martín de los Andes, decidimos visitar el Collón- Curá accediendo por una ruta no explorada por ninguno de nosotros antes. Según marcaba el GPS, es la ruta provincial 23, de ripio, bastante desmejorada, que en su trayecto dificultoso nos entregó la oportunidad de cruzarnos con hermosos ciervos que cruzaban de un lado a otro de la ruta. Luego de franquear dos tranqueras que tuvimos que cerrar a nuestro paso, y según mencionaba un tradicional cartel que estábamos accediendo a un sitio de pesca, llegamos a una inmensa franja de piedra bocha que antecedía al también inmenso río. Otra vez, el panorama era agradable a la vista turística, pero hostil para el mosquero con ánimos de mayores logros. No había sitios para vadear, casi no había árboles y la cantidad de agua era enorme y caudalosa. Mientras el viento nos castigaba en la caminata a la camioneta, comenzaron las deliberaciones, que terminaron en la decisión de volver a un lugar que en el pasado cercano nos dio satisfacciones: la confluencia del Aluminé y el Malleo.

Allí fuimos entonces. Luego de haber dejado atrás Junín de los Andes y de haber pagado los $5 de acceso a la comunidad mapuche Painefilú, recalamos nuevamente en la casa de Isabel Canuillán y su marido Marcelino Iral, donde armamos nuestras carpas al abrigo del viento de las que fueron sus casas antiguamente, hoy taperas que sirven de depósito y que están al lado de su casa de ladrillos. El conjunto está protegido bajo el oasis que brindan los álamos plantados por la familia. La sorpresa fue encontrar que la comunidad cuenta con un tendido eléctrico nuevo en su totalidad y que dentro de poco las costumbres de estas familias cambiarán apenas estén terminadas las conexiones.

La jornada de pesca arrancó al día siguiente tras una larga caminata bordeando al Aluminé, con la compañía de Pedro, el nieto de nuestros alojadores. Pedro llevó su equipo: una lata de pintura, línea, anzuelo y la carnada, que fueron langostas que iba encontrando bajo las piedras con suma habilidad. Después de haber superado una tormenta fuerte, nos calentamos con leña que había traído la corriente y fue juntada oportunamente por la familia en un recodo del río y almorzamos. La jornada aportó algunas nuevas piezas, pero la actividad era escasa. El hecho que nos llamó la atención fue la temperatura del agua en ese río caudaloso, que era muy templada al punto de no sentir frío al tener una mano sumergida por un tiempo. Ya teníamos otro argumento…

El día siguiente fue el Malleo. Alentados (en algo hay que creer, decía mi nonna…) en el diagnóstico de pronóstico de pesca ‘promedio’ del GPS, recorrimos el hermoso río con ninfas lastradas y sin lastrar, que fueron eficientes y nos proporcionaron varias arco iris. Sin duda, aunque no se pudo decir que fue un gran día, hubo más actividad y muchos toques no concretados que nos mantuvieron más entretenidos.

Ese fue el final de la semana y de esta narración, tan pobre en datos de pesca como la realidad que nos tocó vivir.

Espero que la próxima crónica de pesca no empiece con excusas. Cuando hay hechos, no hacen falta. Hasta la próxima.-

Saturday, September 30, 2006

REINO UNIDO - SEPTIEMBRE 2006

Qué buena oportunidad fue combinar la experiencia laboral el poder conocer el Reino Unido, después de haberlo querido hacer durante mucho tiempo. Compartir experiencias con gente que hace mi mismo trabajo en 15 países del mundo, desde Estados Unidos a Nueva Zelandia, pasando por Vietnam, fue muy interesante. También el hacerlo en inglés que, a juzgar por la experiencia, me demostró cuánto me falta con ese idioma. Seguiremos la pelea...

El recorrido pasó por Newcastle, unos 440 km al norte de Londres, donde estuve tres días, con una visita en el medio a Edinburgo, la capital de Escocia. Luego fue Matfen, cerquita de Newcastle, donde pasé 7 días 'encerrado' en una antigua mansión cuya construcción comenzó en el siglo XVII y hoy es un hotel-spa-campo de golf. A la vuelta, estuve un día y medio en Londres, poniendo a prueba la resistencia de mis zapatillas -y de mi mismo- tratando de conocer esa hermosa ciudad en un tiempo tan escaso.

Hay muchas cosas para contar pero, en general, muchas pasan por lo que impactan a un sudamericano en la ordenada, histórica y a la vez contemporánea Gran Bretaña: la organización, el respeto a las normas, la puntualidad, etc.

Más adelante espero poder escribir algo más. Por ahora, acompaño algunas fotos del viaje. Una es en Edinburgo con -no podía ser de otra manera- un escocés típico. Las otras son: la primera, en Londres, enfrente del Big Ben y como fondo el río Támesis y la nueva atracción de la ciudad, el London Eye y, la segunda, delante del Matfen Hall.

Recuerden que dando doble click sobre sobre la foto con el botón izquierdo del mouse, se pueden ver las fotos a tamaño completo.-